A través de mis años de vida, he experimentado muchos momentos, algunos tristes, otros felices, como cualquier otro ser humano, porque la realidad es que no somos diferentes, finalmente todos y todo, somos creación de Dios.
En mi adolescencia, cuando aún estaba en el colegio, recuerdo que necesitaban quien atendiera el “kiosco” o la tienda (para que me entienda), bueno, era una actividad escolar para recoger fondos, me eligieron para desempeñar esta labor, aceptando con gran felicidad pues me sentí cómodo sirviéndole a los demás, sin saber que en mí estaba esa necesidad de años más tarde hacerlo de una forma más activa, así es, servir a mi prójimo, eso verdaderamente me hizo, me hace y me seguirá haciendo feliz.
La Biblia nos cuenta en Hechos 20:35 RVR1960: “En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.” ¡Dar! brinda más alegría, optimismo por vivir, y una manera diferente de ver la vida, sin duda la mayoría de seres humanos miramos más lo que nos falta, que lo que realmente tenemos, y ahí mi querido amigo o amiga, es donde fallamos, por eso quiero invitarlos a tener una visión diferente hacia las demás personas, saber qué hay detrás de cada uno, qué historia están afrontando, o por qué situación están pasando.
Ver la cara de alegría de un niño o un adulto, cuando se le entrega un mercado, un juguete o poderle ayudar de alguna manera, eso paga el boleto de estadía en esta Tierra, es algo que no tiene precio, por eso disfruto tanto cuando desde el movimiento AMARTE logramos llegar a un individuo con poco, pero agradece mucho, esa sensación es indescriptible.
Desafortunadamente hay tantas personas que asisten a una iglesia por muchos años y quizás por su mente jamás pasa el servicio a los necesitados, de verdad que duele saber que se preocupan más por una apariencia en una plataforma o se esconden tras su fama o dinero, olvidando lo realmente esencial, mientras otros que quizás no han pisado una alfombra de costosos templos, ellos sí ven más allá, y no solo eso sino que hacen algo más, perciben el habitante de calle, quien tiene una vida pasada la cual pudo cambiar y ahora en su frustración de no lograrlo se ahoga en las drogas, o aquella familia, que si tiene para desayunar, no tendrá para los demás alimentos durante el día, o aquella mujer que vende su cuerpo porque no tiene quien le enseñe otra alternativa de vida, así podemos listar un sinnúmero de casos vulnerables.
Lo realmente importante que quiero transmitir mi querido lector, es que no importa a qué nivel social pertenezca, lo que tiene valor es lo que realmente pueda hacer por los demás, servir sin condiciones, sin esperar nada a cambio, tan solo un brillo en los ojos y dibujar una sonrisa en un rostro.
Hace algún tiempo veía un documental, donde un joven tomaba su máquina de motilar e iba por las calles cortando el cabello a los habitantes de calle que se encontraban en la vía, mientras ellos narraban su historia de vida, solo con esta acción lograba brindar felicidad en aquel ser humano rechazado por la sociedad, así hay muchas maneras por las cuales puede salir a la “selva de cemento” y acercarse a quien lo requiera y brindar una ayuda, brindar un consuelo, obsequiar la Palabra de Dios, entregar un pan, un chocolate, en fin, tantas opciones para brindar una esperanza de vida a quien cree que Dios no existe, pero deja que Dios pueda entrar a su corazón y ese amor que nos brinda, entregarlo a ese subyugado.
Mi mensaje, aunque sencillo pero muy profundo, es que reflejemos a Jesús con nuestras acciones, acciones de Amor.
Por: Robert Chisco