Nota del editor: Originalmente esto fue escrito como un único artículo, pero para evitar que quede muy extenso lo hemos dividido en 3 partes.
Principales requisitos que debe tener un buen predicador de la palabra de Dios
- Buen testimonio
- Trazar bien la palabra del Señor
- Preparación académica
- Llamamiento al ministerio
- Ética
- Presentación personal
1. Buen testimonio
1 Timoteo 3:7
¿Por qué comenzamos hablando del testimonio del futuro predicador? Porque Pablo dice que debe tener buen testimonio de los extraños para que no caiga en afrenta y en lazo del diablo.
Cuando hablamos del buen testimonio no es que tenga apariencia de un cristiano, sino que debe ser un verdadero cristiano. En otras palabras, debe haber nacido de nuevo, véase San Juan 3:3-7, 2 Corintios 5:17 y Colosenses 3:1-17. No se puede ser un verdadero predicador si su vida no ha sido transformada, porque el buen testimonio o el malo, habla más claro del predicador que todas las palabras de su predicación.
Hechos 1:1 habla de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar. No se puede predicar para que otros hagan lo que el predicador ni siquiera tiene intención de hacer, ni se puede enseñar a otros que vivan bien, cuando el que enseña vive mal delante de Dios, véase Mateo 23:1-4 y Romanos 2:21.
Cuando el apóstol Pablo dice que debe tener buen testimonio de los extraños, es porque frente a los hermanos se pueden mostrar las cosas buenas y esconder las otras. Hace algún tiempo escuché la siguiente historia:
Un hombre llegó a la puerta de un templo
—¿Aquí vive el señor fulano de tal?— preguntó.
—¿Usted necesita al pastor?— contestó el que abrió la puerta.
—No. Yo necesito a fulano— respondió el visitante.
—Pues ese a quien usted busca es el pastor— dijo el de la puerta.
—¿Y es que fulano es pastor?— preguntó asombrado el visitante, si yo lo conozco y él hace esto y aquello y participa en tales y tales negocios— añadió el visitante.
—¿Será verdad todo esto?— Se preguntaba el que abrió la puerta.
El Espíritu Santo no se equivoca y fue por eso que Pablo dice que se debe tener buen testimonio de los extraños, para no caer en afrenta y en lazo del diablo. Esto quiere decir que el diablo y sus demonios harán todos sus esfuerzos para que el predicador caiga en sus redes, no para que deje de predicar, sino para que se vea impedido de predicar la verdad y predique sólo la verdad a medias y para Dios, el que predica ocultando parte de la verdad, es igual de repudiable que el tibio y al fin lo vomitará de su boca, Apocalipsis 3:15-16.
¿Esto quiere decir que el que predica la palabra del Señor tiene una responsabilidad muy grande? Claro que sí. Porque el que predica la palabra del Señor se constituye en un representante de los intereses de Dios y su reino, por lo tanto es un comunicador del mensaje único que puede reconciliar al pecador con su Creador y Salvador, véase Efesios 2:8-22, Efesios 3:1-12 y 2 Corintios 5:18-20.
Entonces el objetivo del verdadero predicador, no puede ser otro que intentar llevar a los pecadores a los pies de Cristo, así sea que los demás no le reconozcan su trabajo y no adquiera ninguna ganancia lucrativa y aún tenga que sufrir y hasta ofrendar su vida, pues al fin será el Señor el que le dará la bienvenida y le pagará conforme a su labor, véase Mateo 25:19-30.
2. Trazar bien la palabra del Señor
2 Timoteo 2:15
En primer lugar, hay que tener en cuenta que un buen predicador, para trazar bien la palabra, tiene que estar muy empapado de todo lo que dice la Biblia y para eso es necesario leerla toda y muchas veces; o sea que nunca debe dejar de leerla, con mucha más preferencia que cualquier otro libro. Esa es una recomendación de Dios a Josué cap. 1:8. Véase Salmos 119:105, Juan 5:39, 1 Timoteo 4:13-16, 2 Pedro 1:19 y Proverbios 6:23.
A muchos predicadores se les dificulta predicar un sermón bien trazado y al que está escuchando le es difícil entenderlo. ¿Qué hacer entonces? Primero, debemos acudir a la Biblia y aprender de los hombres modelo. ¿Por qué hablo de los hombres modelo de la Biblia? Porque muchos predicadores modernos escogen como modelos a grandes predicadores nacionales o internacionales y procuran imitar su voz, sus gestos y aun se aprenden sus sermones, creyendo que imitando a aquellos, van a tener el mismo éxito. Para mí es un error inmenso.
No hace mucho tiempo, escuché en una confraternidad a un joven predicador invitado especialmente para la ocasión y cuando lo oí y lo vi, me di cuenta como imitaba a un famoso predicador internacional; sus mismos gritos y sus mismos estribillos. Les cuento que no me provocaba oírlo, pero por no dar un mal testimonio, nos tocó escucharlo.
Yo quiero decirles a manera de enseñanza a los predicadores nuevos y a los aspirantes, que no se vayan a dejar llevar de semejante tontería, pues no hay cosa más agradable que cada cual se presente ante el público tal cual es y con toda humildad y sencillez, pues al fin y al cabo la obra no es del hombre sino de Dios y Él es el que obra el querer como el hacer por su buena voluntad y retomando lo que antes dije, es en la Biblia donde está el aprendizaje correcto.
Les voy a indicar sólo cuatro sermones que se hallan en el libro de los Hechos de los Apóstoles: Dos del apóstol Pedro, uno de Felipe y otro de un joven muy grande llamado Esteban, que ofrendó su vida dándoles una lección inmensa a los encopetados de su época, que sólo pudieron crujir los dientes de rabia y de odio, pero que no pudieron contrarrestar el poderío de sus palabras y para poderlo silenciar lo mataron cubriéndolo con piedras, pero sus poderosas palabras, inspiradas por la potencia del Espíritu Santo, quedaron escritas para siempre, como un testimonio fiel, de que un joven lleno del poder de Dios puede hacer cosas muy grandes. Aleluya. Están en el cap. 6:8-15 y cap. 7. Los sermones de Pedro están en el cap. 2:14-41 y cap. 10:34-48 y el sermón de Felipe en el cap. 8:26-39.
Si tomamos como ejemplo la manera como ellos trazan la palabra, nos damos cuenta que se limitaron a citar las Escrituras de los profetas del Antiguo Testamento, para poder presentar a Cristo, sus hechos poderosos, su muerte y resurrección; que es lo que la humanidad necesitaba y necesita para poderse salvar, pues ellos entendieron que el nacimiento de Cristo, su muerte y resurrección tenía un sólo objetivo: Que los hombres se salvaran. Y un verdadero predicador en este tiempo, no puede pensar distinto. Véase Lucas 24:44-53, Marcos 16:14-20, 1 Timoteo 1:12-16, Efesios 2:4-7 y Tito 2:11-15.
Como vemos en Lucas 24:45 dice que el Señor les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y yo pienso que en lugar de gastarle tiempo a los libros modernos que enseñan cómo se debe predicar, es mejor rogarle al Señor que nos abra el entendimiento y nos enseñe a hablar como conviene su palabra. Véase Efesios 6:14-20 y Juan 14:25-26.
Por: Álvaro Alzate Pérez (QEPD)