Nota del editor: Originalmente esto fue escrito como un único artículo, pero para evitar que quede muy extenso lo hemos dividido en 3 partes.
Principales requisitos que debe tener un buen predicador de la palabra de Dios
- Buen testimonio
- Trazar bien la palabra del Señor
- Preparación académica
- Llamamiento al ministerio
- Ética
- Presentación personal
3. Preparación académica
1 Corintios 2:1-8
En esto que les voy a decir, pienso que muchos no estarán de acuerdo conmigo, pero estar o no de acuerdo conmigo no es lo importante, sino que lo que enseñamos esté en conformidad con las sagradas Escrituras. Para mí es muy lamentable que la preparación espiritual haya pasado a un segundo plano para darle paso a la preparación académica. Usted me puede preguntar: ¿Prepararse académicamente es malo? No, no es eso lo que estoy diciendo. Porque un predicador intelectual, lleno del poder de Dios, es y será una bendición si coloca su intelectualidad bajo el poder del Espíritu Santo. Otra cosa es colocar su preparación académica por encima del poder de Dios y se tenga en menosprecio al que no tenga títulos académicos, cerrándole el paso al ministerio. Es ahí donde no estaremos obrando en conformidad con la voluntad de Dios, sino poniendo la voluntad del hombre por encima.
No podemos desconocer que Moisés fue preparado en Egipto desde su niñez, véase Hechos 7:20-22, pero ¿Qué nos dice Hebreos 11:24-27? Lo mismo podemos decir de Pablo, véase Hechos 22:1-3, pero ¿Qué nos dice de él mismo Filipenses 3:4-14? Se pude argumentar que se refería sólo a la parte religiosa, pero no, él entendía perfectamente que una cosa es la sabiduría humana y otra cosa es la sabiduría y el poder de Dios. Véase 1 Corintios 1:17-31, cap. 2:1-9 y cap. 4:18-20.
Es por eso que insisto en que no podemos cerrarle el paso al futuro predicador por el hecho de no tener preparación académica, pues para Dios lo que verdaderamente cuenta es un corazón limpio y dispuesto a hacer su voluntad. Él lo hizo con los hombres del Antiguo Testamento, lo hizo en el Nuevo Testamento y lo seguirá haciendo porque Él no cambia, véase Hebreos 13:8 y Santiago 1:17. Los hombres y las instituciones pueden cambiar pero Él no.
Lo que sí digo es que el predicador se debe ir superando, ante todo, en aprender a leer lo más correctamente posible y en pronunciar las palabras lo mejor posible y el resto lo hace el poder de Dios, pues es mejor un sencillo mensaje con el poder de Dios que un sermón bien compuesto de palabras bien pronunciadas, pero vacías del poder de Dios, pues el verdadero predicador debe demostrar, como los primeros discípulos, que ha estado con Jesús, véase Hechos 4:5-14 y ahí sí es otra cosa, cuando no se tienen muchas letras, pero uno camina con el Jefe y Maestro de todos los letrados, amén.
4. Llamamiento al ministerio
Hechos 13:1-5 y Colosenses 4:17
Este también ha sido un tema muy polémico entre las organizaciones religiosas. En primer lugar, debemos recordar que el llamamiento al ministerio lo hace es el Señor y no el hombre, entonces no dudamos que al igual que Él lo hizo en los tiempos del Antiguo y Nuevo testamento, las cosas no pueden cambiar por la simple voluntad del hombre. Todos los apóstoles fueron llamados por Él y así lo entendieron todos. Véase Hechos 20:28-31, 1 Pedro 5:1-4 y Colosenses 4:17. Con respecto a Pablo, parece que algunos pusieron en duda su apostolado, pues así lo da a entender 1 Corintios 9:1-2, pero él mismo habla con más claridad de su gran ministerio como apóstol del Señor en Gálatas 1:1, versos 11-24 y cap. 2:1-9.
¿Por qué entonces no respetamos el llamamiento que Dios le ha hecho a un hombre? Porque se entiende que si es Dios el que lo ha llamado, es a Él al que tendrá que rendirle cuentas y claro está, que sí es la organización religiosa la que ha llamado y hecho al predicador, pues lo lógico es que a esa institución le tiene que dar cuenta, no como un ministro de Dios, sino como un empleado. Usted me puede preguntar ¿Y esto no se presta para que cada uno haga lo que se le dé la gana? Claro está, que si un predicador no es llamado y hecho por Dios, esté donde esté, viva donde viva, su comportamiento siempre será malo, pero se entiende que el que vive con Dios como Señor y Maestro, de igual manera será su vida frente al Señor y en la institución donde trabaja no podrá ser distinto, deberá reflejar su buen comportamiento.
Aquí surge otro interrogante: ¿En su organización no hay de esos predicadores que le sirven a la institución y no al Señor? Pues claro que sí, es que de los malos obreros no se escapó ni el mismo Señor Jesús. Pablo lo explica muy bien en 2 Timoteo 2:19-26 y Cristo los llama asalariados en Juan 10:11-13. En otras palabras, el que predica sólo pensando en las entradas, no es, ni puede ser un verdadero ministro del Señor.
No hace mucho tiempo escuché el comentario de uno de esos que buscan un salario. El predicador de morros se quejaba de que la organización donde él trabajaba era muy pequeña y nunca tendría la oportunidad de conseguir un carro y anduvo coqueteándole a otra organización mucho más grande y al fin lo logró y lo primero que dijo cuando iba a irse fue: «Ahora si voy a conseguir carro». Dicen que ya lo tiene, si eso es así como dicen, hay que esperar para ver qué opinión le merece al Señor Maestro y Jefe de todos los predicadores. Véase 1 Corintios 4:5, Filipenses 3:17-19, 1 Timoteo 6:6-12 y 1 Pedro 5:2.
Si se estudia la Biblia cuidadosamente, no pensando en defender ningún interés, aparte de los intereses del Señor, estoy seguro que llegaríamos todos a una sola conclusión y es que no tiene por qué haber problemas en una organización con un predicador y ministro que sepa que es a Dios que le tenemos que rendir cuentas, pero si lo que el predicador busca es un salario, no será fiel a la organización y mucho menos al Señor y aunque se inventen leyes represivas, jamás la represión cambiará al hombre, tendríamos que decir como dijo el proverbista: «La necedad está ligada en el corazón del muchacho.» Proverbios 22:15.
Hace algún tiempo hablando con un antiguo ministro, hubo un momento en que él inclinó su mirada al suelo y con voz nostálgica me dijo: «Hermano, yo le confieso a usted que le he sido más fiel a la organización que al Señor». Qué tristeza da tener que decir todo esto, pero en gran parte tienen la culpa los dirigentes de las instituciones, porque cada día, sacan más al predicador de la Biblia para meterlo en un mundo de leyes y normas que ellos se inventan, pero que el Señor no tiene nada que ver en eso. Véase Marcos 7:6-9, Gálatas 1:10, Nehemías 5:15 y Ezequiel 45:8-9.
De modo que si le damos prelación a la Escritura, ella será más que suficiente y evitaremos hacer leyes y normas que no conducen a nada. La otra vez, un pastor se acercó a un creyente y le dijo que en una reunión habían aprobado unas leyes tan severas para los pastores, que de ahí en adelante se comportaron mal; nuestro hermano le contestó: «En lugar de inventar leyes, deben predicarles que se arrepientan».
Por: Álvaro Alzate Pérez (QEPD)